miércoles, 22 de septiembre de 2010

Muchos días antes

Nos sentamos allí y en seguida lo supimos. Era absurdo. Todas las ganas de vernos derrochadas pocos días antes habían sido sinceras pero estériles, ganas que debían haberse gastado mucho tiempo antes. Entonces no nos dimos cuenta de que el tiempo además de platear el cabello, hacerlo caer, fijar la grasa, potenciar el cinismo y petrificar los ideales también es capaz de cambiar a las personas. ¿Quién puede ahora volver atrás?

Muchos días antes de algunos días antes se perdió la cita de los lunes. Cuando cada uno decidió estudiar una carrera diferente decidimos también concertar una cita fija en la que obligarnos a vernos. Era lo menos que podíamos hacer después de lo que habíamos pasado. Pero las obligaciones cuestan cuando son obligaciones. Aquel lunes se perdió la cita. El siguiente lunes también.

Muchos días antes de los muchos días antes de algunos días antes los mismos dos estábamos sentados a la salida del colegio. Compartíamos en apariencia una bolsa de pipas (con sal) pero hasta entonces jamás me había sentido tan cercano a nadie. Después tampoco.

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