martes, 2 de noviembre de 2010

Ojos borrosos

Simplemente fue girar la esquina y llamar mi atención. Íbamos en direcciones encontradas. Literalmente. Es cierto que la miopía todo lo atenúa y no es menos cierto que las docenas de caras y rostros anónimos que había entre los dos ejercían una especie de dulce nebulosa que todo lo confunde pero mi yo interior, ese del que solemos estar orgullos, fue capaz de reconocerla entre aquella bruma.

Según avanzaba por entre la gente, pisando con elegancia aquella gris y vulgar acera construida en cualquier parte su rostro se iba enfocando todavía con tímida nitidez. Incapaz de perfilar el contorno de su rostro, la ventana, si era capaz de trazar con menos imaginación de la necesaria una silueta estándar que sin embargo destacaba entre la medianía. Como esas fotos en blanco y negro que tienen un pequeño motivo coloreado en rojo intenso aquella anónima figura permanecía coloreada en mi subconsciente por alguna razón.

Entonces se acercó, nuestros ojos se cruzaron y así pude ver las lágrimas cayendo de sus ojos mientras colgaba el teléfono móvil. Mi mirada no tuvo ningún efecto en su ser y pasó impertérrita por entre sus dudas. Nos dimos la espalda. El color rojo se apagó y todo volvió a ser en blanco y negro.

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