martes, 21 de diciembre de 2010

Maldito egoista

No disfraces de despiste lo que no lo es. No enfoques esa mirada sucia y estúpida en mí parte de atrás cuando no te importa un átomo de hidrógeno lo que estoy diciendo. Cuando nunca te ha importado. No disfraces el desprecio en educación cartesiana porque ni es educación ni es cartesiana. Es perfume plastificado que sólo sirven en los pasillos enmoquetados por los que te mueves. Fuera de allí hueles a mierda.

Maldito egoísta.

No pienses que tu presencia lo arregla todo. No pienses que ayudar es ir. No pienses que ser es estar. No pretendas hacer que sufres cuando no lo haces. No te convenzas de ser genial cuando eres un pedazo de mentira soportado en un pedazo de mentira sostenido en un pedazo de mentira que al final, desprovisto del traje de princesa que te compraron en la cuna, das asco. Das pena. No eres fundamental para nadie así que no actúes como tal. No trates de dar pena clavando palillos en las uñas del que te ayuda. No pienses que todo en gratis para ti. No lo es. No llores cuando no vienen a limpiarte los calzoncillos porque hace tiempo que los calzoncillos deberías estar limpiándotelo tú. No pretendas dar lecciones de dar lecciones o al menos ten la valentía de esperarte a que el de enfrente no tenga corsé.

Maldito egoísta.

No seas tan cretino de pensar que despiertas simpatía cuando lo que despiertas es compasión. No abuses de la compasión cuando te pasas el día abrillantando tu ombligo. Egoísta. Has mamado egoísmo y egoísmo eres. Egoísmo das y egoísmo recibes. Egoísta eres.

Maldito egoísta.

martes, 14 de diciembre de 2010

La soledad del corredor de fondo

Nunca he sabido si la falta de palmadas en la espalda era por una evidente muestra de que no las necesitaba o porque sinceramente no las merecía. Nunca he sabido si la falta de palabras de aliento venían por una supuesta sensación de no ser necesarias o de si lo que realmente merecía era precisamente todo lo contrario. Nunca he sabido si la escasez de elogios eran consecuencia de una errónea sensación de ya haber recibido demasiados, eso de unos por otros la casa sin barrer, o que realmente el elogio que yo estaba esperando debería ser en realidad una feroz crítica a la línea de flotación. Nunca he sabido si las palabras de aliento sustituidas por frases despectivas aparentemente cargadas de ironía realmente estaban cargadas de esa ironía o era una doble ironía que lo dejaba todo tal y como sonaba.

Conocía la extraña sensación de sentirse solo cuando estás rodeado de personas pero no termino de acostumbrarme a eso de que nadie tenga a bien echarme una manta por encima cuando hacer frío. Especialmente cuando yo ni siquiera debería estar allí.

En cualquier caso siempre fue así. Siempre lo ha sido. Con unos y con otros. Conmigo.

Ayer también.

No termino de acostumbrarme pero me temo que es así.