miércoles, 6 de abril de 2011

Hormiguita

Sube, sube la hormiguita… Entre sesudas nimiedades que te empapan de nimiedad. Sobre ásperas miradas de confort barato que se clavan en la espalda como radiación invisible pero igualmente barata. Entre hora infinitas que no terminan de acabar aunque realmente no importe nada si empiezan o si acaban porque la sensación es exactamente la misma. Sobre huecos rellenos de otros huecos que a su vez fueron construidos con objetos que no vale nada.

Sube, sube la hormiguita… para escarnio público de las demás hormiguitas. Para regocijo del que se sabe inútil pero se crece en su solemne mediocridad. Para orgullo del que es incapaz de aspirar a nada verdaderamente respetable y que su mayor motivación en la vida es la de ser el intolerante orientador que orienta a los presuntos desorientados. El o Ella. Ella y él. ¿Qué más da?

Sube, sube la hormiguita… siguiendo la fila trazada por los petrificados prejuicios anteriormente trazados en el tiempo. Cumpliendo las normas del aburrimiento y la estupidez. Acatando con rigor castrense las verdades del barquero, esas que te facilitan el deambular diario por entre los policías de lo que hay que hacer y una vez interiorizadas te hacen dormir estupendamente por la noche sabiendo que eres igual de gilipollas que todos. Asumiendo que ese mundo que te rodea y que te importa una mierda igualmente te desprecia pero está tranquilo al saber que voluntariamente has aceptado ser mundo masivo. Igual que todos. Que todos los que tú ves.

Sube, sube la hormiguita…y te rasca la cabecita.

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