jueves, 30 de septiembre de 2010

Caernarfon

No debían ser ni las nueve de la noche pero la sensación era tal que hacía difícil que no se hubiese cumplido ya la media noche hacía algunas horas. El frío no era extremo atendiendo a la objetividad del termómetro pero era muy intenso en el interior de los huesos. La humedad tiene ese perverso efecto en la temperatura de estirar las sensaciones hasta zonas verdaderamente incómodas

Lo cierto es que no había mucho que hacer. Las calles desiertas a la luz del día ofrecían una nueva definición de vacío a estas horas de la noche fría y cerrada. Algunas ventanas dejaban intuir una tímida luz anaranjada y tenue que mostraba la única prueba fehaciente de que existiese vida inteligente relativamente cerca. Una de aquellas luces salía a ras del suelo de un sitio humeante que visto desde cerca y enfocando la mirada entre la densa atmosfera del interior parecía reunir a toda la población del pueblo dentro. En la puerta había una pizarra que rezaba: Quiz

No ganamos pero fue muy divertido.Nadie entendía que hacía un grupo de personas que hablaban extranjero respondiendo preguntas en inglés...

¡Y acertando!

viernes, 24 de septiembre de 2010

Indiana

Es curiosa la sensación de estar en la orilla de un lago tan sumamente grande que parece un mar. De hecho, si no fuese por la falta de salinidad en el agua, nadie notaría la diferencia. El camino hasta allí había sido fascinante para un alma inquieta como la mía al atravesar los barrios más oscuros de Chicago y un buen puñado ciudades ínfimas (o no) de nombres increíbles (o no) en absoluta y franca decadencia. Una película real ante mis narices. La crisis del automóvil parecía haber hecho estragos también a este lado de la frontera con Michigan. La típica ruta que jamás elegiría un turista pero que emociona al viajero.

Las dunas eran dunas. Poco más se puede decir. El enclave era curioso y extraño con un complejo industrial si tu cabeza giraba a la derecha y un parque nacional si tenías a bien hacerlo a la izquierda. En los pies la arena blanca, fina y cristalina de una playa agradable, al fondo es excepcional skyline de Chicago y entre medias el inmenso lago que parecía un mar. Un sitio agradable para pasar una tarde de verano mientras ves atardecer. No pude resistir la tentación de sacar la cámara y congelar el momento…

No estábamos solos. Una numerosa familia de rasgos hispanos, dos chicos y dos chicas de incipiente madurez y rabiosa juventud jugando en el agua, un grupo de adolescentes con potencialidad para ser delincuentes, otras familias de color o sin el,…

Cuando estaba descansado mi vista en el infinito apareció delante de mis ojos una guapa chica rubia acompañada de sus otros tres compañeros de juego. “Te he visto haciendo fotos” me dijo en un perfecto inglés de acento del medio oeste. “Espero que no aparezca en ninguna de esas fotos. No quiero aparecer en ninguna foto tuya. Quiero que las borres”. No sé que se pasaba por la cabeza de aquella chica rubia pero nunca lo sabré. Tampoco sé si hubiese querido saberlo.

“No las pienso borrar pero te prometo que no sales en ninguna de ellas” le dije antes de que volviesen al agua con cara de pocos amigos.

Era verdad.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Muchos días antes

Nos sentamos allí y en seguida lo supimos. Era absurdo. Todas las ganas de vernos derrochadas pocos días antes habían sido sinceras pero estériles, ganas que debían haberse gastado mucho tiempo antes. Entonces no nos dimos cuenta de que el tiempo además de platear el cabello, hacerlo caer, fijar la grasa, potenciar el cinismo y petrificar los ideales también es capaz de cambiar a las personas. ¿Quién puede ahora volver atrás?

Muchos días antes de algunos días antes se perdió la cita de los lunes. Cuando cada uno decidió estudiar una carrera diferente decidimos también concertar una cita fija en la que obligarnos a vernos. Era lo menos que podíamos hacer después de lo que habíamos pasado. Pero las obligaciones cuestan cuando son obligaciones. Aquel lunes se perdió la cita. El siguiente lunes también.

Muchos días antes de los muchos días antes de algunos días antes los mismos dos estábamos sentados a la salida del colegio. Compartíamos en apariencia una bolsa de pipas (con sal) pero hasta entonces jamás me había sentido tan cercano a nadie. Después tampoco.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Campana de Gauss

Aunque cada uno deambulaba siguiendo direcciones distintas mi sensación era la de que todos seguíamos el mismo sentido. La placidez inocente de todas las mañanas se mezclaba con esa tenue luz de los amaneceres en días grises de otoño, esos días que pasaría por cálidos en otro contexto pero que aparecen fríos cuando el verano de facto sigue presente en el recuerdo. Los niños somnolientos eran incapaces de perder la sonrisa mientras los padres arrastraban unos brazos minúsculos por la explanada anónima. El sol seguía levantándose perezoso pero no conseguía que calentase ni mi cara ni mi corazón.

Realicé religiosamente mi nueva función que con precisión había sido añadida a mi lista de tareas regulares. Era y es absurdo razonar un porqué. La novedad provoco es hálito de ansiedad que provocan todas las novedades pero mañana la novedad sería rutina. Eso lo hacía todo más fácil. Doblé la esquina para entrar de lleno en el carril de siempre. En ese momento no era más que otro infinitesimal átomo imperceptible que como los demás teje la realidad sombría y tranquila que corona todos los días la campana de Gauss. Otro más, simplemente…

¿Acaso no lo era siempre?

jueves, 16 de septiembre de 2010

Tijuana

No me sorprendía la disparidad de público. Estoy acostumbrado a estas cosas. Unos se encuentran impertérritos, solitarios, aburridos y anclados a las barra del bar como si nada de lo que ocurre a sus espaldas fuese con ellos. Otros están allí, departiendo amigablemente entre gritos difícilmente codificables con el puñado de gente con el que han venido a departir sin que tampoco tengan especial interés en lo que ocurre alrededor. Tan sólo un nutrido puñado de valientes ataviados con ropa y pensamientos que les hacen estar desubicados en un lugar público se dispone a prestar atención al grupo musical sobre el escenario.

Conozco esos sitios porque existen muy cerca de mi casa. No tengo que cruzar el océano atlántico para verlos. Ni siquiera son muy diferentes en apariencia de aquel extraño garito a poca distancia da mítica avenida Revolución. Sitios donde la música en directo se diferencia muy poco de la música grabada que a la postre no es más que un mero ruido de fondo que pueda disimular el silencio.

Lo raro de aquel sitio eran loss otros. Esos que entraban por la puerta y no se paraban en la barra a beber, ni cerca de ella a platicar con el respetable. Ni siquiera se paraban delante del escenario a escuchar al grupo. Entraban y seguían su decidido camino hacia el lado contrario del local hasta que encontraban una puerta en el fondo por la que salían con el mismo sigilo con el que habían entrado. No fueron uno ni dos. Eran un grupo tan notable y numeroso como todos los demás.

Al acabar el concierto mi curiosidad me llevó a descubrir lo que había al otro lado de la puerta del fondo. Un largo pasillo decorado en rojo y bañado en roja luz te llevaba hacía un sinfín de otras puertas aparentemente iguales. En el pasillo encontré a una chica de tez oscura, rasgos indígenas y bastantes kilos de más para su edad que usaba un minúsculo tanga como único abrigo.

Sin abrir la boca lo dijo todo con su mirada. Mi mirada también le dijo todo. No necesité entrar más adentro.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Maldita educación

En el vestuario parecía un muchacho normal. Siempre lo parecen. En calzoncillos, en ese estado ambiguo entre la delgadez sana y la obesidad inmunda tan difícil de definir y a la vez tan generoso, arengando a los hasta entonces anónimos compañeros con sus dotes para la organización de organizaciones apuntaba ya maneras. Es difícil no desconfiar de los que deciden decidir cuando nadie se lo pide.

El sol de justicia no impedía el egoísmo. Puedes ser bueno o puedes ser malo pero mi religión no perdona la falta de generosidad. El egoismo. Menos durante una batalla en equipo. No cuando tú cedes. No cuando tú das. Las pulsación a toda velocidad golpeando en mi cerebro no ayudaban a mantener la calma. Es difícil defender en solitario cuando estás fuera de forma. Es más difícil cuando estás sólo contra todos. Aun así lo que duele es ver a tus compañeros disfrutando sólo de la cuesta abajo mientras tu tienes que escalar con todos a cuestas.

El gesto se torcía. Las miradas se afilaban hasta perfilar una punta venenosa. La catapulta estaba cargada a la espera de una orden del mariscal corazón que podría venir el momento…

Entonces mi alma se topó con la educación.

Maldita educación.

Un apretón de manos tras la ducha reparadora puso fin al episodio.

martes, 14 de septiembre de 2010

Cuatro meses atrás

Cuatro meses atrás fue la última vez que cruzamos las miradas. Ayer lo volvimos a hacer pero no nos vimos. No es tan difícil versa a través del teléfono, otras muchas veces lo habíamos hecho, pero esta vez nos vimos. Su mirada pasó a través de mí y yo no conseguía centrar mi pupila. Me sonaba lo voz pero el discurso no me parecía familiar. Ni mucho menos. Todo lo contrario.

Cuatros meses atrás éramos amigos o como se diga. Ahora supongo que también pero me queda la incómoda sensación de que hay algo que falla. A lo mejor es que simplemente somos amigos, como todo el mundo. No sé si el sentimiento será mutuo. Probablemente nunca lo sepa. No sé si me estaba engañando o es ella la que se engaña ahora a sí misma. ¿Antes también? ¿Ahora no? Casi he descartado que sea un fallo mío de percepción o similar pero hace tiempo que no confío demasiado en mi intuición. Precisamente porque no suele fallar.

Cuatro meses atrás me disponía a desenvolver el lazo de mi “Calidad de vida” para que con un simple golpe de olfato entendiese hasta el último átomo sin una sola explicación. Hoy he cerrado la caja con doble nudo y no creo que intente abrirla. Tampoco creo que sea preocupante. Hoy creo que hasta puede que ya tenga protagonista para la película. Caras y ojos.

Cuatro meses atrás no pensaba en el día de hoy pero tampoco era feliz.