miércoles, 26 de enero de 2011

Jugando a ser mentira

Jugamos a ser mentira. Tú sonríes como un iceberg que enseña el blanco y esconde el inmenso negro y yo sonrío como un koala de peluche que da cobijo a una jeringuilla infectada. Tú me lanzas un beso plastificado en poliestireno barato y yo te pongo la mejilla que me sobra. Tú me recuerdas por casualidad que existimos cuando la casualidad no es tal y mientras yo me lavo la pereza con independientes anécdotas de perdedor, diseñadas y crecidas exclusivamente para entretener.

Y seguimos jugando a ser mentira. Cuando lavas la cara en público y cuando escondes las canas de tu fétido aliento. Cuando tratas de aparentar rigor en la dote social y cuando te zambulles entre espumas de perfume en una inmensa piscina de de cabeza, ojos y brazos que supuestamente de adoran. Lo haces cuando rías y lo haces cuando evitas que te vean llorar. Cuando el mundo es un paraíso multicolor en el que los culpables de tu envidia no sobramos y cuando el telúrico gris de los miércoles se agarra a tu cabeza con el peso muerto de la desgracia.

Jugamos a ser mentira. Con paciencia y sin ella. Con tiempo o sin el. Con razón o sin ella. Con recuerdos que se pudren en la acera y sin goles que marcar de penalti injusto. Con remedios infantiles para no sudar y que jamás funciones y sin ganas de tener que perdonar. Con enemigos o sin ellos. Con suspiros y maldad.

Jugamos a ser mentira.

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