martes, 22 de marzo de 2011

Solo

Orgullo, respeto, reconocimiento,… ¿comida para engreídos o sustento de almas acomplejadas y sensibles? ¿Motor de espíritus altivos que camuflan su egocéntrico empuje entre la cotidianidad o estaciones de avituallamiento vacías para tipos tremendamente llenos hasta rezumar que se ven obligados a cargar con su talento hasta que caduque por la perfidia de sus vecinos?

¿Y qué más da en el fondo si en cualquier caso sirve para abonar la frustración? Ese espeso desengaño constante que abre las carnes y cierra el futuro. Que a medida que creces en grandeza te aleja del mundo. Cuanto más claro lo tienes más solo estás. Cuantos más recursos más sin sabores. Cuantas más posibilidades más cadenas. Cuantas más cadenas menos uno. Y más cadenas. Cuanto más brillante más solo.

Uno debería bastarse para encontrar el camino de salida pero puede que el camino de salida sea tan ingrato como el de llegada. Puede que salir signifique entrar en un sitio peor y aunque uno nunca ha sido un cobarde lo cierto es que todo se agota. Incluso la valentía. Incluso el amor. Incluso la pureza. Incluso las salidas. Y las llegadas.

Bendita soledad la que te aleja de la soledad camuflada de estupidez congénita. La soledad de los vivos. La soledad de la cima en la campana de Gauss. La soledad del hombre solo que se siente acompañado. Bendita soledad la que te protege de la luz de los taquígrafos que te resaltan las grietas del corazón. Bendita la soledad que te humilla sin manchar y te pasa la realidad por los morros. Bendita soledad la que te hace quedar limpio.

Aquí yace vivo otro yo. O puede que ni siquiera sea aquí.

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