miércoles, 8 de septiembre de 2010

Itawa

Yo era Itawa y ella era la paloma que me llevaba de vuelta a mi casa. Yo era el indio valiente que protegía al bien contra el mal y ella era la heroína sabia y eterna que templaba el irracional fulgor del héroe. Los dos salvábamos al pueblo indio y arrancábamos los aplausos del respetable cuando terminaba la función, nos cogíamos de la mano y aagachábamos la cabeza para saludar.

¿Pueden una paloma que no vuela y un niño indio que no es indio enamorarse con un simple cruce de miradas? En aquella obra de teatro si. Fuera de ella también, pero éramos demasiado niños como para saber lo que significa enamorarse o que implicaciones tenía.

Ella era gordita pero entonces daba igual. A mí me daba igual. A ella también. Yo era tremendamente delgado pero eso dicen que es bueno. A mí no me daba igual. Ella tenía los ojos azules y una sonrisa del mismo color. No recuerdo nada más.

Al acabar el curso voló para siempre y no sé donde estará posada.

Espero que alguien haya descubierto alguna vez el precioso color de su sonrisa.

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